Resulta apropiado discutir la doctrina del infierno en conexión con la doctrina del juicio final.
Definiríamos el infierno como sigue:
El infierno es un lugar de
un castigo eterno consciente para los impíos.
La
Escritura enseña en varios pasajes que hay un lugar como ese. Al final de la
parábola del dinero, el señor dice: «A ese siervo inútil échenlo afuera, a la
oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes» (Mt 25: 30). Esta es una
entre varias indicaciones de que habrá consciencia del castigo tras el juicio
final.
De
manera similar, en el juicio el rey dirá a algunos: «Apártense de mí, malditos,
al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles» (Mt 25: 41), y Jesús
dice que aquellos así condenados «irán al castigo eterno, y los justos a la
vida eterna» (Mt 25: 46).' En este texto, el paralelo entre «vida eterna» y
«eterno castigo» indica que ambos estados no tendrán fin.' Jesús se refiere al
infierno como un lugar «donde el fuego nunca se apaga» (Mr 9: 43), y dice que
el infierno es un sitio donde «su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga»
(Mr 9: 48).
La
historia de Lázaro y el hombre rico también indica una horrible consciencia del
castigo:
Resulta Que Murió El Mendigo, Y Los Ángeles Se Lo Llevaron Para Que
Estuviera Al Lado De Abraham. También Murió El Rico, Y Lo Sepultaron. En El
Infierno, En Medio De Los Tormentos, El Rico Levantó Los Ojos Y Vio De Lejos A
Abraham, Y A Lázaro Junto A Él. Así Que Alzó La Voz Y Lo Llamó: «Padre Abraham,
Ten Compasión De Mí Y Manda A Lázaro Que Moje La Punta Del Dedo En Agua Y Me
Refresque La Lengua, Porque Estoy Sufriendo Mucho En Este Fuego». (Lc 16:
22-24)
NOTA: La palabra traducida «castigo" aquí es
kalasis, la cual se utiliza en otro sitio como sufrimiento fisico o tortura
sufrida por los cristianos perseguidos (Martyrdom of Policarp 2.4; compare
Ignacio: A los Romanos 5.3)' En otros momentos simplemente se rejíere al
castigo divino en general, sin especificar la naturaleza de ese castigo (cf
BAGD, pp. 440-41).
Estos textos y otros que se citarán en los
siguientes párrafos indican claramente que la Biblia no enseña el universalismo
(la doctrina de que todos al final serán salvados). Compare Is 66: 24. Que
habla de aquellos que se han rebelado contra Dios: «Porque no morirá el gusano
que los devora, ni se apagará el fuego que Jos consume",
Entonces
ruega a Abraham que mande a Lázaro a casa de su padre, «para que advierta a mis
cinco hermanos y no vengan ellos también a este lugar de tormento» (Lc 16: 28).
Cuando
nos volvemos a Apocalipsis, las descripciones del castigo eterno son también
muy explícitas:
Si Alguien Adora A La Bestia Y A Su Imagen, Y Se Deja Poner En La Frente
O En La Mano La Marca De La Bestia, Beberá También El Vino Del Furor De Dios,
Que En La Copa De Su Ira Está Puro, No Diluido. Será Atormentado Con Fuego Y
Azufre, En Presencia De Los Santos Ángeles Y Del Cordero. El Humo De Ese
Tormento Sube Por Los Siglos De Los Siglos. No Habrá Descanso Ni De Día Ni De
Noche Para El Que Adore A La Bestia Y Su Imagen, Ni Para Quien Se Deje Poner La
Marca De Su Nombre. (Ap 14: 9-11).
Este
pasaje confirma claramente la idea de un castigo eterno consciente de los
incrédulos.
Con
respecto al juicio de la malvada ciudad de Babilonia, una gran multitud en el
cielo exclama: «¡Aleluya! El humo de ella sube por los siglos de los siglos.
Tras la derrota de la rebelión final de Satanás, leemos: «El diablo, que los
había engañado, será arrojado al lago de fuego y azufre, donde también habrán
sido arrojados la bestia y el falso profeta. Allí serán atormentados día y
noche por los siglos de los siglos» (Ap 20: 10).
Este
pasaje también es significativo en conexión con Mt 24:41, según el cual se
envía a los incrédulos «al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles». Estos versículos deben hacernos tomar consciencia de la magnitud de
la santidad y la justicia de Dios que invoca este tipo de castigo.
Aun
algunos teólogos evangélicos han negado recientemente la idea de que habrá un
castigo eterno consciente de los incrédulos. 11 Antes la Iglesia Adventista del
Séptimo Día lo había negado, así como varios individuos a lo largo de la
historia de la iglesia. Aquellos que niegan un castigo eterno consciente
invocan a menudo el «aniquilacionismo», una enseñanza de que los impíos han
sufrido el castigo de la ira de Dios por un tiempo, Dios los «aniquilará» de
manera que dejan de existir.
Muchos
que creen en el aniquilacionismo también sostienen que el juicio final y el
castigo del pecado son reales, pero arguyen que después que los pecadores hayan
sufrido durante cierto período de tiempo, soportando la ira de Dios por sus
pecados, al final dejarán de existir. El castigo será por lo tanto «consciente»
pero no «eterno».
NOTA: Una variante del punto de vista de que Dios
eventualmente aniquilará a los incrédulos (aniquilacionismo en sentido
estricto) es el punto de vista llamado «inmortalidad condicional", la idea
de que Dios ha creado a las personas de manera que solo pueden ser inmortales
(la potestad de vivir para siempre) si aceptan a Cristo como Salvador.
Entonces, aquellos que no se vuelven cristianos, no
tienen el don de la inmortalidad y a la muerte o en el momento del juicio final
simplemente dejan de existir. Este punto de vista está muy cerca al del
aniquilacionismo, y no lo he discutido de manera separada en este capítulo.
(Algunas versiones de la inmortalidad condicional niegan el castigo consciente
del todo, aun por un breve período de tiempo.)
Los
argumentos que se proponen a favor del aniquilacionismo son:
(1) Las referencias bíblicas a la destrucción de los impíos, las que, dicen
algunos implican que dejarán de existir después que se les destruya (Fil 13:
19; 1ª Ts 1: 9; 2ª P 3: 7; y otras);
(2) La aparente inconsistencia entre el castigo eterno consciente y el amor
de Dios;
(3) La aparente injusticia que encierra la desproporción entre pecados
cometidos durante un tiempo y un pecado que es eterno; y
(4) El hecho de que la continúa presencia de criaturas malvadas en el
universo de Dios arruinarán eternamente la perfección de un universo que Dios
creó para reflejar su gloria.
En
respuesta, se debe decir que los pasajes que hablan de destrucción (tales como
Fil 3: 19; 1ª Ts 5: 3, 2; 2ª Ts 1: 9 y 2ª P 3: 7) no implican necesariamente el
cese de la existencia, pues el término que en estos pasajes se usa para
«destrucción» no suponen necesariamente el cese de la existencia o la
aniquilación, sino que simplemente son maneras de referirse a los dañinos y
destructores efectos del juicio final sobre los incrédulos.
Con
respecto al argumento del amor de Dios, la misma dificultad de reconciliar el
amor de Dios con un castigo eterno parece estar presente al reconciliar el amor
de Dios con la idea del castigo divino en general, y, a la inversa, (como la
Escritura abundantemente testifica) es consistente que Dios castigue al impío
durante un cierto período de tiempo después del juicio, entonces parece que no
hay motivo necesario por el que sería inconsistente que Dios infringiera el
mismo castigo durante un período de tiempo ilimitado.
Este
tipo de razonamiento puede llevar a algunas personas a adoptar otro tipo de
aniquilacionismo, uno en el que no hay sufrimiento consciente alguno, ni aun
durante un breve período de tiempo, y el único castigo es que los incrédulos
dejan de existir después que mueren. Pero, en respuesta, se podría preguntar si
este tipo de aniquilación inmediata se puede llamar un castigo, pues no habría
consciencia del dolor.
De
hecho, la garantía de que habría un cese de la existencia le parecería a mucha gente,
especialmente a aquellos que sufren y están en dificultades en esta vida, una
alternativa de cierta manera deseable. Y si no hubiera castigo de los
incrédulos del todo, aun gente como Hitler y Stalin no tendrían que enfrentar
nada, y no habría justicia final en el universo. Entonces la gente tendría
grandes incentivos para ser tan malvada como fuera posible en esta vida.
El
argumento que el castigo eterno es injusto (porque hay una desproporción entre
un pecado temporal y un eterno castigo) asume equivocadamente que conocemos la
extensión del mal causado cuando los pecadores se rebelan contra Dios.
David
Kingdon observa que «el pecado contra el Creador es atroz en un grado
absolutamente fuera de nuestra capacidad imaginativa [habilidad] corrompida por
el pecado para concebirlo. ¿Quién tendría la temeridad de sugerir a Dios cuál
debe ser el castigo?»'4 Él responde también a esta objeción al sugerir que los
incrédulos en el infierno puede que sigan pecando y recibiendo castigo por sus
pecados, pero sin arrepentirse nunca, y nota que Apocalipsis 22: 11 apunta en
esta dirección: «Deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga
envileciéndose»."
NOTA: En Fi1 3:19 y 2 P 3:7. El término que se
traduce "destrucción» es apoleia, que es la misma palabra utilizada por
los discípulos en Mt 26: 8 para hablar de "desperdicio» (desde su punto de
vista) del aceite que acababan de derramar sobre la cabeza de Jesús. Ahora, el
aceite no dejó de existir; estaba evidentemente sobre la cabeza de Jesús.
Pero había sido "destruido» en el sentido que
ya no se le podía utilizar para nada más, o vendido. En 1ª Ts 5: 3 y 2ª Ts 1: 9
otra palabra, olethms se utiliza para la destrucción de los malvados, pero de
nuevo esta palabra no implica que algo dejaría de existir, pues se usa en 1ª Co
5:5 para indicar que se entrega a un hombre a Satanás (sacándolo de la iglesia)
para destrucción de la carne pero ciertamente la carne no dejó de existir
cuando se le expulsó de la iglesia, aun cuando este puede haber sufrido en su
cuerpo (esto sería cierto ya sea que interpretemos «carne" como el cuerpo
t1sico o como su naturaleza pecadora).
Por
otra parte, en este punto, un argumento basado en la justicia de Dios puede
formularse contra el aniquilacionismo. ¿Acaso el breve castigo que imaginan los
aniquilacionistas de hecho paga por todos los pecados del incrédulo y satisface
la justicia de Dios?
Si no
lo paga, entonces no se ha satisfecho la justicia de Dios y el incrédulo no
debe ser aniquilado. Pero si lo paga, se le debe permitir al incrédulo ir al
cielo, y no debe ser aniquilado. En ambos casos, el aniquilacionismo no es
necesario ni correcto.
En lo
que respecta al cuarto argumento, mientras el mal que permanece sin castigo sí
empaña la justicia de Dios en el universo, también debemos reconocer que cuando
Dios castiga el mal y triunfa sobre él, se verá triunfar gloria de su justicia,
rectitud y poder sobre toda oposición (Ro 9: 17, 22-24).
La
profundidad y riqueza de la misericordia de Dios también se revelará, pues
todos los pecadores redimidos reconocerán que ellos también merecen ese castigo
divino y solo lo han evitado por la gracia de Dios a través de Jesucristo (Ro
9: 23-24).
Pero
después que todo esto se ha dicho, tenemos que admitir que la solución final de
lo hondo de esta cuestión yace mucho más allá de nuestra capacidad de
comprensión, y permanece escondida en los consejos de Dios. Si no fuera por los
pasajes de la Biblia citados arriba, que con tanta claridad confirman un
castigo eterno consciente, el aniquilacionismo podría parecemos una opción
atractiva.
Aunque se puede ir en contra del
aniquilacionismo con argumentos teológicos, es la claridad y fuerza de estos
pasajes la que en última instancia nos convence que el aniquilacionismo es
incorrecto y que la Escritura de veras enseña el castigo eterno consciente de
los impíos."
¿Qué
debemos pensar de esta doctrina? Es dificil-y debe ser dificil- para nosotros
pensar en esta doctrina hoy. Si nuestros corazones nunca se conmueven con una
pena profunda cuando contemplamos esta doctrina, entonces nuestra sensibilidad
espiritual y emocional tiene serias deficiencias. Cuando Pablo piensa en el
extravío de sus congéneres judíos, dice: «Me invade una gran tristeza y me
embarga un continuo dolor» (Ro 9: 2).
Esto
es consistente con lo que Dios nos dice de su propia tristeza por la muerte del
malvado: «Tan cierto que como yo vivo -afirma el Señor omnipotente-, que no me
alegro con la muerte del malvado, sino con que se convierta de su mala conducta
y viva. ¡Conviértete, pueblo de Israel; conviértete de tu conducta perversa!
¿Por qué habrás de morir?» (Ez 33: 11).
Y la
agonía de Jesús es evidente cuando clama: «Jerusalén, Jerusalén, que matas a
los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a
tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no
quisiste! Pues bien, la casa de ustedes va a quedar abandonada». (Mt 23: 37-38;
Lc 19: 41-42).
NOTA: Debido a que la doctrina del castigo eterno
consciente es tan ajena a nuestros patrones culturales, y , a un nivel más
profundo, a la inclinación intuitiva que Dios nos ha dado de amar y desear la
redención para todo ser humano creado a la imagen divina, esta doctrina es una
de las más difíciles emocionalmente de declarar por los cristianos hoy.
También tiende a ser una de las doctrinas que
primero abandonan las personas que se apartan del compromiso de aceptar la
Biblia como absolutamente veraz en todo lo que afirma. Entre los teólogos
liberales que no aceptan la absoluta veracidad de la Biblia, no hay
probablemente uno que crea hoy en la doctrina del eterno castigo consciente.
La
razón de que sea dificil para nosotros pensar en la doctrina del infierno es
porque Dios ha puesto en nuestros corazones una porción de su amor por los
individuos creados a su imagen, aun de su amor por los pecadores que se han
rebelado contra él.
Todo
el tiempo que estemos en esta vida, y todo el tiempo que veamos y pensemos en
otros que necesitan oír el evangelio y confiar en Cristo para su salvación, nos
causará gran angustia y agonía de espíritu pensar sobre un castigo eterno.
Pero
también debemos darnos cuenta de que todo lo que Dios en su sabiduría ha
ordenado y enseñado en la Escritura es justo. Por lo tanto debemos ser
cuidadosos de no odiar esta doctrina o rebelarnos contra ella, sino más bien
debemos buscar llegar al punto, hasta donde seamos capaces, en que reconozcamos
que el eterno castigo es bueno y justo, porque en Dios no hay en absoluto
injusticia.
Esto
puede ayudarnos a comprender que si Dios no fuera a ejecutar un castigo eterno,
entonces, aparentemente, no sería satisfecha su justicia y su gloria no se
promovería de la manera que él considera sabia. Y también quizá pueda ayudarnos
a comprender que desde la perspectiva del mundo por venir hay un reconocimiento
mucho mayor de la necesidad y justicia de un castigo eterno.
Juan
escucha clamar a los creyentes martirizados en el cielo: «¿Hasta cuándo,
Soberano Señor, santo y veraz, seguirás sin juzgar a los habitantes de la
tierra y sin vengar nuestra muerte?» (Ap 6; 10). Por otro lado, a la destrucción
final de Babilonia, el tremendo bullicio de una gran multitud en el cielo
exclama con alabanzas a Dios por la justicia de su juicio cuando al final ven
la aborrecible naturaleza del mal tal cual realmente es:
¡Aleluya! La Salvación, La Gloria Y El Poder Son De Nuestro Dios, Pues
Sus Juicios Son Verdaderos Y Justos: Ha Condenado A La Famosa Prostituta Que
Con Sus Adulterios Corrompía La Tierra; Ha Vindicado La Sangre De Los Siervos
De Dios Derramada Por Ella. ¡Aleluya! El Humo De Ella Sube Por Los Siglos De
Los Siglos». (Ap 19:1-3)
Tan
pronto como esto sucedió, «los veinticuatro ancianos y los cuatro seres
vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, y
dijeron: "¡Amén, Aleluya!"» (Ap 19:4). No podemos decir que esta gran
multitud de los redimidos y las criaturas vivientes en el cielo pronuncian un
juicio moral equivocado cuando alaban a Dios por ejecutar su justicia sobre el
mal, pues todos ellos están libres de pecado y sus enjuiciamientos morales
complacen a Dios.
Sin
embargo, en la era presente, solo debemos acercarnos a una celebración como esa
de la justicia de Dios en el castigo del mal cuando meditamos sobre el eterno
castigo dado a Satanás y sus demonios. Pero ahora están completamente dedicados
al mal y más allá de una potencial redención.
Así
que no podemos anhelar su salvación como anhelamos la salvación de toda la
humanidad. Tenemos que creer que el castigo eterno es verdadero y justo, pero
debemos también anhelar que aun aquellos que persiguen con más severidad a la
iglesia deben venir a la fe de Cristo y así escapar de la condenación eterna.
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. ¿Había usted pensado antes que habrá un juicio final para los
creyentes? ¿Cómo afecta su vida hoy la conciencia del hecho que todos compareceremos
ante el trono del juicio de Cristo? ¿Cómo piensa se sentirá que todas sus
palabras y obras se hagan públicas el último día? ¿Hay un elemento de temor
cuando usted contempla ese día?
Si Es Así, Medite En 1ª Juan
4: 16-18: Y Nosotros Hemos Llegado A Saber Y Creer Que Dios Nos Ama. Dios Es
Amor. El Que Permanece En Amor, Permanece En Dios, Y Dios En Él. Ese Amor Se
Manifiesta Plenamente Entre Nosotros Para Que En El Día Del Juicio
Comparezcamos Con Toda Confianza, Porque En Este Mundo Hemos Vivido Como Vivió
Jesús. En El Amor No Hay Temor. El Que Teme Espera El Castigo, Así Que No Ha
Sido Perfeccionado En El Amor.
2. ¿Ha pensado usted antes mucho en hacer tesoros en el cielo, o sobre
obtener una recompensa celestial mayor? Si usted cree realmente en esta
doctrina, ¿qué tipo de efecto cree que esto debe tener en su vida?
3. ¿Cómo piensa que se sentirá participar con Cristo en el juicio de los
ángeles, y de hecho en el juicio de todo el mundo (1 Ca 6:2-3)? ¿Qué dice el
hecho de que Dios nos permita participar en este juicio final sobre nuestra
creación a imagen de Dios y sus propósitos para nosotros en el universo? ¿Qué
le hace eso sentir sobre sí mismo y su relación eterna con Dios?
4. Piense sobre algunos de sus amigos cristianos en su iglesia. ¿Cómo piensa
que se sentirá cuando los observe comparecer ante Cristo en al juicio final?
¿Qué pensarán ellos de usted en ese momento? ¿Afecta la contemplación de este
juicio futuro la manera en que usted piensa de su mutuo compañerismo como
hermanos y hermanas de Cristo hoy?
5. ¿Le complace que habrá un juicio final tanto para creyentes como para
incrédulos? ¿Esto le hace tener un sentido de la justicia de Dios, o siente que
en todo esto hay cierta injusticia o falta de equidad
6. ¿Está convencido que la Escritura enseña que habrá un castigo eterno
consciente para los malvados? ¿Cuándo piensa en esa idea en relación con
Satanás y los demonios, siente que ello está bien?
7. ¿Hay alguien que le haya hecho daño en el pasado, y quien le haya sido
difícil perdonar? ¿Le ayuda la doctrina del juicio final a ser más capaz de
perdonar a esa persona?
TÉRMINOS ESPECIALES
Aniquilacionismo,
castigo eterno conciente, infierno, inmortalidad condicional, juicio ante el
gran trono blanco, juicio de las naciones, juicio final universalismo
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
Apocalipsis 20: 11-13: Y Vi Un Gran Trono Blanco Y Al Que Estaba Sentado
En Él, De Delante Del Cual Huyeron La Tierra Y El Cielo, Y Ningún Lugar Se
Encontró Para Ellos. Y Vi A Los Muertos, Grandes Y Pequeños, De Pie Ante Dios;
Y Los Libros Fueron Abiertos, Y Otro Libro Fue Abierto, El Cual Es El Libro De
La Vida; Y Fueron Juzgados Los Muertos Por Las Cosas Que Estaban Escritas En
Los Libros, Según Sus Obras. Y El Mar Entregó Los Muertos Que Había En Él; Y La
Muerte Y El Hades Entregaron Los Muertos Que Había En Ellos; Y Fueron Juzgados
Cada Uno Según Sus Obras.