¿QUIÉN SERÁ JUZGADO? ¿QUÉ ES EL INFIERNO?
EXPLICACIÓN Y BASES BÍBLICAS
A. EL HECHO DEL JUICIO FINAL
1. PRUEBA BÍBLICA DE UN JUICIO FINAL.
La
Escritura frecuentemente afirma el hecho de que habrá un gran juicio final de
creyentes e incrédulos. Comparecerán ante el trono del juicio de Cristo en
cuerpos resucitados y escucharán la proclamación de su destino eterno.
El
juicio final se describe vívidamente en la visión de Juan en el Apocalipsis:
Y Vi Un Gran Trono Blanco Y Al Que Estaba Sentado En Él, De Delante Del
Cual Huyeron La Tierra Y El Cielo, Y Ningún Lugar Se Encontró Para Ellos. Y Vi
A Los Muertos, Grandes Y Pequeños, De Pie Ante Dios; Y Los Libros Fueron
Abiertos, Y Otro Libro Fue Abierto, El Cual Es El Libro De La Vida; Y Fueron
Juzgados Los Muertos Por Las Cosas Que Estaban Escritas En Los Libros, Según
Sus Obras.
Y El Mar Entregó A Los Muertos Que Había En Él; Y La Muerte Y El Hades
Entregaron Los Muertos Que Había En Ellos; Y Fueron Juzgados Cada Uno Según Sus
Obras. Y La Muerte Y El Hades Fueron Lanzados En El Lago De Fuego. Esta Es La
Muerte Segunda. Y El Que No Se Halló Inscrito En El Libro De La Vida Fue
Lanzado Al Lago De Fuego. (Ap 20: 11-15)
Muchos
otros pasajes instruyen sobre este juicio final. Pablo les dice a los filósofos
griegos de Atenas que Dios «... manda a todos, en todas partes, que se arrepientan.
Él ha
fijado un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha
designado. De ello ha dado prueba a todos al levantarlo de entre los muertos»
(Hch 17:30-31).1 De manera similar, Pablo habla sobre «el día de la ira, cuando
Dios revelará su justo juicio» (Ro 2:5). Otros pasajes hablan claramente de que
viene un día de juicio (vea Mt 1):15; 11: 22, 24; 12: 36; 25: 31-46; 1ª Co 4:
5; Heb 6: 2; 2ª P 2:4; Judas 6; y otros.).
Este
juicio final es la culminación de muchos que lo precedieron en los cuales Dios
recompensó la justicia o castigó la injusticia a través de la historia.
Mientras trajo bendiciones y liberación del peligro a aquellos que le fueron
fieles, incluyendo Abel, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y David, y los
fieles entre el pueblo de Israel, de tiempo en tiempo trajo también juicio
sobre aquellos que persistieron en la desobediencia y la incredulidad: sus
juicios incluyeron el diluvio, la dispersión del pueblo desde la torre de
Babel, los juicios de Sodoma y Gomarra, y los juicios que siguieron a lo largo
de la historia, tanto sobre los individuos (Ro 1: 18-32) como sobre las
naciones (Is 13-23; y otros) que persistieron en el pecado.
Por
otra parte, en el ámbito espiritual invisible él trajo juicio sobre los ángeles
que pecaron (2ª P 2:4). Pedro nos recuerda que los juicios de Dios se han
llevado a cabo segura y periódicamente, y esto nos recuerda que un juicio final
aún viene, pues «el Señor sabe librar de la prueba a los que viven como Dios
quiere, y reservar a los impíos para castigarlos en el día del juicio. Esto les
espera sobre todo a los que siguen los corrompidos deseos de la naturaleza
humana y desprecian la autoridad del Seño (2ª P 2: 9-10).
NOTA: Es interesante que Pablo proclamara el juicio
eterno a los incrédulos gentiles que tenían poco conocimiento, si alguno, de
las enseñanzas del Antiguo Testamento. Pablo también disertó del «juicio
venidero" (Hch 24: 25) ante otro incrédulo, el gobernador romano Félix. En
ambos casos Pablo aparentemente comprendía que el simple hecho de que se
acercaba para todos los hombres el dia de comparecer delante de Dios les daría
quienes lo escuchaban una sobria comprensión de que su destino eterno estaba en
juego mientras escuchaban predicar sobre Jesús.
2. ¿HABRÁ MÁS DE UN JUICIO?
De
acuerdo con el punto de vista dispensacionalista, viene más de un juicio. Por
ejemplo, los dispensacionalistas no verían el juicio final en Mateo 25:31-46:
Cuando El Hijo Del Hombre Venga En Su Gloria Con Todos Sus Ángeles, Se
Sentará En Su Trono Glorioso. Todas Las Naciones Se Reunirán Delante De Él, Y
Él Separará A Unos De Otros, Como Separa El Pastor Las Ovejas De Las Cabras.
Pondrá Las Ovejas A Su Derecha Y Las Cabras A Su Izquierda. Entonces Dirá El
Rey A Los Que Están A Su Derecha: Niegan Ustedes, A Quienes El Padre Ha
Bendecido; Reciban Su Herencia, El Reino Preparado Para Ustedes Desde La
Creación Del Mundo. Porque Tuve Hambre. «Les Aseguro Que Todo Lo Que Hicieron
Por Uno De Mis Hermanos, Aun Por El Más Pequeño, Lo Hicieron Por Mil).
Luego Dirá A Los Que Estén A Su Izquierda: «Apártense De Mi, Malditos,
Al Fuego Eterno Preparado Para El Diablo Y Sus Ángeles. Porque Tuve Hambre, Y
Ustedes No Me Dieron Nada Que Comer. «En Cuanto No Lo Hicisteis A Uno De Estos
Más Pequeños, Tampoco A Mí Lo Hicisteis». E Irán Éstos Al Castigo Eterno, Y Los
Justos A La Vida Eterna.
Desde
una perspectiva dispensacionalista, este pasaje no se refiere al juicio final
(el «gran trono blanco» del juicio de que se habla en Ap 20: 11-15), sino más
bien de un juicio que viene tras la tribulación y antes del comienzo del
milenio. Dicen que este será un «juicio de las naciones» en el que se juzga a
las naciones de acuerdo a cómo han tratado al pueblo judío durante la
tribulación. Aquellos que han tratado bien a los judíos y quieren someterse a
Cristo entrarán en el milenio, y a aquellos que no lo han hecho se les negará
la entrada.
Así,
desde el punto de vista dispensacionalista hay diferentes juicios:
(A) Un juicio de las naciones» (Mt 25:31-46) para determinar quién entra en
el milenio;
(B) Un juicio de las obras de los creyentes» (llamado a veces juicio bema
según la palabra griega para «tribunal» del juicio en 2ª Co 5: 10) en el cual
los cristianos recibirán grados de recompensa; y:
(C) Un «gran trono blanco del juicio» al final del milenio (Ap 20: 11-15)
para declarar castigos eternos para los incrédulos.'
El
punto de vista asumido en este libro es que estos tres pasajes hablan del mismo
juicio final, no de tres juicios separados. Con respecto a Mateo 25: 31-46 en
particular, es aparente que el punto de dispensacionalista está equivocado: No
se hace mención en este pasaje de entrar al milenio. Por otro lado, los juicios
pronunciados no hablan de una entrada al reino milenial sobre la tierra o una
exclusión de ese reino sino de los destinos eternos de las personas: «Reciban
su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.
Apártense
de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
Aquéllos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna» (vv. 34,
41,46). Por último, no sería consistente con los caminos de Dios a lo largo de
la Escritura manejar el destino de las personas sobre la base de la nación a la
que pertenecen, pues naciones que no creen tienen creyentes en su seno, y
naciones que se muestran más conformes con la voluntad revelada de Dios tienen
todavía muchos impíos en su seno. Y «con Dios no hay favoritismos» (Ro 2: 11).
Aunque
efectivamente «todas las naciones» están reunidas ante el trono de Cristo en
esta escena (Mt 25: 32), el cuadro es el de un juicio de individuos (las ovejas
están separadas de las cabras, y se les da la bienvenida al reino a aquellos
individuos que trataron bondadosamente a los hermanos de Cristo, mientras se
rechaza a aquellos que los rechazaron, vv. 35-40, 42-45).
B. EL MOMENTO DEL JUICIO FINAL
El
juicio final ocurrirá después del milenio y la rebelión que tiene lugar al
final de este. Juan describe el reino milenial y la remoción de la influencia
de Satanás sobre la tierra en Apocalipsis 20: 1-6 (vea la discusión en los dos
capítulos anteriores) y entonces dice que «Cuando se cumplan los mil años,
Satanás será liberado de su prisión, y saldrá para engañar a las naciones.
" a fin de reunirlas para la batalla» (Ap 20: 7-8). Tras derrotar Dios
esta rebelión final (Ap 20: 9-10),Juan nos dice que seguirá un juicio: «Luego
vi un gran trono blanco y a alguien que estaba sentado en él» (v. 11).
C. LA NATURALEZA DEL JUICIO FINAL
1. JESUCRISTO SERÁ EL JUEZ.
Pablo
habla de que Cristo Jesús «juzgará a los vivos y a los muertos» (2ª Tim 4: 1).
Pedro dice Jesucristo «ha sido nombrado por Dios como juez de vivos y muertos»
(Hech 10: 42; compare 17: 31; Mt 25: 31-33). Este derecho de actuar como juez
sobre todo el universo es algo que el Padre le ha dado el Hijo:
«El
Padre le ha dado autoridad para juzgar, puesto que es el Hijo del hombre» Jn
5:26-27).
2. SE JUZGARÁ A LOS INCRÉDULOS.
Está
claro que todos los incrédulos comparecerán ante Cristo para ser juzgados, pues
este juicio incluye a «los muertos, grandes y pequeños» (Ap 20: 12), y Pablo
dice que «el día de la ira, cuando Dios revelará su justo juicio. «Dios pagará
a cada uno según merezcan sus obras» los que por egoísmo rechazan la verdad
para aferrarse a la maldad, recibirán el gran castigo de Dios» (Ro 2:5-7).
Este
juicio de los incrédulos incluirá grados de castigo, porque leemos que se
juzgará a los muertos «según lo que habían hecho» (Ap 20: 12, 13), y este
juicio de acuerdo con lo que las personas hubieran hecho debe en consecuencia
incluir una evaluación de las obras que éstas hayan hecho.' De igual manera,
Jesús dice:
El Siervo Que Conoce La Voluntad De Su Señor, Y No Se Prepara Para
Cumplirla, Recibirá Muchos Golpes. En Cambio, El Que No La Conoce Y Hace Algo
Que Merezca Castigo, Recibirá Pocos Golpes» (Lc 12: 47-48).
Cuando
Jesús dice a las ciudades de Corazín y Betsaida: «Pero les digo que en el día
del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para ustedes»
(Mt 11: 22); compare v. 24), o cuando dice que los maestros de la ley
«recibirán peor castigo» (Lc 20: 47), implica que habrá grados de castigo en el
día final.
De
hecho, toda mala acción será recordada y tomada en cuenta en el castigo que se
asigne ese día, pues «en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda
palabra ociosa que hayan pronunciado» (Mt 12: 36). Toda palabra pronunciada,
toda acción realizada se expondrá a la luz y será juzgada: «Porque Dios traerá
toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala»
(Ec 12: 14).
Como
indican estos versículos, el día del juicio se revelarán y se harán públicos
los secretos de los corazones de las personas. Pablo habla del día cuando «por
medio de Jesucristo, Dios juzgará los secretos de toda persona» (Ro 2: 16;
compare Lc 8: 17). Por consiguiente, «todo lo que ustedes han dicho en la
oscuridad se dará a conocer a plena luz, y lo que han susurrado a puerta
cerrada se proclamará desde las azoteas» (Lc 12: 2-3).
3. SE JUZGARÁ A LOS CREYENTES.
Escribiéndole
a los cristianos Pablo dice: «Todos tendremos que comparecer ante el tribunal
de Dios! Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios» (Ro
14: 10, 12). También le dice a los corintios: «Porque es necesario que todos
comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le
corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo
(2ª Co 5:10; Ro 2: 6-11; Ap 20: 12, 15).
Por
añadidura, la reseña del juicio final en Mateo 25: 31-46 incluye a Cristo
separando las ovejas de las cabras, y premiando a aquellos que reciben su
bendición.
Es
importante tener en cuenta que este juicio de los creyentes será un juicio para
evaluar y conceder varios grados de recompensa (vea abajo), pero el hecho de
que enfrentarán tal juicio nunca debe hacer temer a los creyentes que ellos
serán eternamente condenados. Jesús dijo: «El que oye mi palabra y cree al que
me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte
a la vida» Jn 5:24). Aquí (Juicio) debe ser entendido en el sentido de eterna
condenación y muerte, pues contrasta con el paso de la muerte a la vida.
NOTA: El hecho de que habrá grados de castigo para
los incrédulos de acuerdo con sus obras no significa que los creyentes pueden
alguna vez hacer méritos para obtener la aprobación de Dios o ganar su
salvación, pues la salvación solo llega como una dádiva gratuita para aquellos
que confían en Cristo. "El que cree en él no es condenado, pero el que no
cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de
Dios» Jn 3:18).
Para una discusión del hecho que no habrá una
«segunda oportunidad» para que las personas acepten a Cristo después que
mueran, vea el capitulo 41.
El día
del juicio final, más que en ningún otro momento, es de suprema importancia que
no haya «ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús» (Ro 8:
1). Por lo que el día del juicio puede ser descrito como uno en el que los
creyentes son recompensados y los incrédulos castigados:
Las Naciones Se Han Enfurecido; Pero Ha Llegado Tu Castigo, El Momento
De Juzgar A Los Muertos, Y De Recompensar A Tus Siervos Los Profetas, A Tus
Santos Y A Los Que Temen Tu Nombre, Sean Grandes O Pequeños, Y De Destruir A
Los Que Destruyen La Tierra. (Ap 11; 18)
¿Serán
también reveladas ese día todas las palabras secretas y las obras de los
creyentes, y todos sus pecados? Puede que pensemos eso al principio, porque
Pablo dice que cuando el Señor venga «sacará a la luz lo que está oculto en la
oscuridad y pondrá al descubierto las intenciones de cada corazón. Entonces
cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda» (1ª Co 4:5; compare
Col 3:25).
No
obstante, este es un contexto que habla de «encomios», o alabanzas (epainos),
que vienen de Dios, de manera que no debe referirse a los pecados. y otros
versículos sugieren que Dios nunca más recordará nuestros pecados: «Arroja al
fondo del mar todos nuestros pecados» (Mi 7: 19); «tan lejos de nosotros echó
nuestras transgresiones» (Sal 103: 12); «Yo soy el que por amor a mí mismo
borra tus transgresiones» (ls 43:25); «Nunca más me acordaré de sus pecados»
(Heb 8:12; compare 10: 17).
La
Escritura enseña también que habrá grados de recompensa para los creyentes.
Pablo anima a los corintios a cuidar cómo construyen la iglesia sobre el
fundamento que ya está puesto, Jesucristo mismo.
Si Alguien Construye Sobe Este Fundamento, Ya Sea Con Oro, Plata Y
Piedras Preciosas, O Con Madera, Heno Y Paja, Su Obra Se Mostrará Tal Cual Es,
Pues El Día Del Juicio La Dejará Al Descubierto. El Fuego La Dará A Conocer, Y
Pondrá A Prueba La Calidad Del Trabajo De Cada Uno. Si Lo Que Alguien Ha
Construido Permanece, Recibirá Su Recompensa, Pero Si Tu Obra Es Consumida Por
Las Llamas, Él Sufrirá Pérdida. Será Salvo, Pero Como Quien Pasa Por El Fuego».
(1ª Co 3: 12-15
Pablo
dice de similar manera de los cristianos que «es necesario que todos
comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le
corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo»
(2ª Co 5: 10), aplicando de nuevo grados de recompensa por lo que hayamos hecho
en esta vida.
Asimismo,
en la parábola del dinero, a quien hizo diez veces más se le dijo: «Te doy el
gobierno de diez ciudades», y al que hizo cinco veces más se le dijo: «A ti te
pongo sobre cinco ciudades» (Lucas 19:17, 19). Muchos otros pasajes implican o
enseñan lo mismo sobre la recompensa de los creyentes en el juicio final.
Pero
debemos guardarnos de cualquier mal entendido aquí: Aunque habrá grados de
recompensa en el cielo, el gozo de una persona será completo y pleno para la
eternidad. Si preguntamos cómo puede ser esto si hay diferentes grados de
recompensa, ello simplemente muestra que nuestra percepción de la felicidad
está basada en la suposición de que ella depende de lo que poseamos o del
estatus o el poder que tengamos.
Sin
embargo, en realidad nuestra verdadera felicidad consiste en deleitarnos en
Dios y regocijarnos en el estatus y el reconocimiento que se nos han dado. Lo
tonto de la idea que solo aquellos que han sido muy recompensados y se les ha
dado un gran estatus serán completamente felices en el cielo se descubre cuando
nos damos cuenta que no importa lo grande que sea la recompensa que se nos dé,
habrá siempre aquellos con mayores recompensas, o quienes tienen una autoridad
y estatus más alto, incluyendo los apóstoles, las criaturas celestiales, y
Jesucristo y el mismo Dios.
Por lo
tanto si el estatus más elevado fuera esencial para que las personas fueran
completamente felices, nadie sino Dios sería plenamente feliz en el cielo, lo
que ciertamente es una idea incorrecta. Por otro lado, aquellos con mayores
recompensas y honores en el cielo, aquellos que están más cerca del trono de
Dios, se deleitan no en su estatus sino solo en el privilegio de caer delante
del trono de Dios y adorarlo (vea Ap 4: 10-11).
Nos
sería moral y espiritualmente beneficioso tener una mayor consciencia de esta
clara enseñanza del Nuevo Testamento sobre los grados de recompensa celestial.
En
lugar de establecer una competencia unos con otros, esto haría que nos
ayudáramos y nos alentáramos mutuamente a fin de que todos aumentáramos nuestra
recompensa celestial, pues Dios tiene una capacidad infinita para concedernos
bendiciones a todos, y todos somos miembros del cuerpo de Cristo. (1ª Co 12:
26-27).
Deberíamos
atender con mayor cuidado la admonición del autor de Hebreos: «Preocupémonos
los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor ya las buenas obras. No
dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos
a otros, con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca» (Heb 10:
24-25). Por otra parte, una búsqueda sincera en nuestras propias vidas de una
futura recompensa celestial nos motivará a trabajar de todo corazón para el
Señor en cualquier tarea que él nos llame a realizar, ya sea grande o pequeña,
pagada o no.
Esto
también nos hará desear su aprobación más que la riqueza o el éxito. Esto nos
motivará a trabajar en la construcción de la iglesia sobre un fundamento,
Jesucristo (1ª Co 3: 10-15).
4. SE JUZGARÁ A LOS ÁNGELES.
Pedro
dice que se ha arrojado a los ángeles rebeldes a tenebrosas cavernas
(reservándolos para el juicio) (2 P 2:4), y Judas dice que Dios tiene a los
ángeles rebeldes perpetuamente encarcelados (para el juicio del gran Día)
(Judas 6). Esto significa que por menos los ángeles rebeldes o demonios también
estarán sujetos a juicio en ese día final.
La
Escritura no indica claramente si los ángeles justicieros también pasarán por
algún tipo de evaluación de sus servicios, pero es posible que estén incluidos
en la declaración de Pablo: «¿No saben que aun a los ángeles los juzgaremos?»
(1ª Co 6: 3).
Es
probable que esto incluya a los ángeles justicieros porque en el contexto no
hay ninguna indicación que Pablo hable de demonios o ángeles caídos, y la
palabra «ángel» sin otro adjetivo se entendía normalmente en el Nuevo
Testamento como referida a los ángeles justicieros. Pero el texto no es lo
suficientemente explícito como para darnos alguna certeza.
5. AYUDAREMOS EN LA OBRA DEL JUICIO.
Es un
aspecto asaz asombroso de la enseñanza del Nuevo Testamento que nosotros (los
creyentes) tomaremos parte en el proceso del juicio. Pablo dice:
¿Acaso No Saben Que Los Creyentes Juzgarán Al Mundo? Y Si Ustedes Han De
Juzgar Al Mundo, ¿Cómo No Van A Ser Capaces De Juzgar Casos Insignificantes?
¿No Saben Que Aun A Los Ángeles Los Juzgaremos? ¡Cuánto Más Los Asuntos De Esta
Vida! (1ª Co 6: 2-3)
Se
podría argumentar que esto simplemente significa que estaremos observando las
declaraciones de Cristo en el juicio y aprobándolas, pero no parece que esto se
ajusta bien al contexto, pues aquí Pablo alienta a los corintios a zanjar las
disputas legales entre ellos mismos en lugar de llevarlas al tribunal delante
de los incrédulos.
En
este mismo contexto dice: «¿Acaso no hay entre ustedes alguien lo bastante
sabio como para juzgar un pleito entre creyentes? Al contrario, un hermano
demanda a otro, Y esto ante los incrédulos!» (1 Ca 6:5-6). Este tipo de juicio
supone ciertamente una cuidadosa evaluación y un sabio discernimiento. Y esto
implica que esa cuidadosa evaluación y discernimiento serán ejercitados por
nosotros al juzgar los ángeles y al juzgar el mundo el día del juicio final.
Esto
es similar a la enseñanza de Apocalipsis 20, donde Juan dice que vio tronos,
«donde se sentaron los que recibieron autoridad para juzgar» (Ap 20:4). Aunque
el texto no explica la identidad de aquellos que estaban sentados sobre los
tronos, el hecho de que se les mencione en plural indica que Cristo no se
reserva solo para sí mismo todos los aspectos del proceso del juicio.
Por
cierto, le dice a sus doce discípulos que ellos «se sentarán en doce tronos
para gobernar a las doce tribus de Israel» (Mt 19: 28; compare Lc 22: 30). Esto
concuerda con el hecho de que a través de la historia de la redención Dios ha
puesto de tiempo en tiempo en manos de las autoridades humanas el derecho de
juzgar, tanto de Moisés y los ancianos que lo asistían, como de los jueces de
Israel que Dios levantó durante el período de los jueces, reyes sabios como
David y Salomón, el gobierno civil de muchas naciones (vea Ro 13: 1-7; 1ª P 2:
13-14), o aquellos que tienen autoridad para gobernar dentro de la iglesia y
supervisar el ejercicio de la disciplina eclesiástica.
D. NECESIDAD DE UN JUICIO FINAL
Como
cuando los creyentes mueren pasan inmediatamente a la presencia de Dios, y
cuando los incrédulos mueren pasan a un estado de separación de Dios y de
sufrimiento y castigo,' podemos preguntarnos por qué Dios ha establecido de
todas maneras un tiempo de juicio final.
Berkhof
señala atinadamente que el juicio final no tiene como propósito permitir a Dios
averiguar la condición de nuestros corazones o la norma de conducta de nuestras
vidas, pues ya él conoce eso en todo detalle. Berkhof dice más bien del juicio
final:
Antes Bien, Este Servirá Al Propósito De Exhibir Ante Todas Las
Criaturas Racionales La Gloria Manifiesta De Dios En Una Acción Forense Formal,
La Que Magnifica Su Santidad Y Justicia, Y Por Otro Lado, Su Gracia Y
Misericordia. Por Otra Parte, Debe Tenerse Presente Que El Juicio Del Día Final
Diferirá Del Juicio De La Muerte De Cada Individuo En Más De Un Respecto. No
Será Secreto, Sino Público; No Se Aplicará Solo Al Alma, Sino También Al
Cuerpo; No Tendrá Relación Con Un Solo Individuo, Sino Con Todos Los Hombres.
E. LA JUSTICIA DE DIOS EN EL JUICIO FINAL
La
Escritura claramente afirma que Dios será enteramente justo en su juicio y
nadie será capaz de quejarse contra él ese día. Dios es alguien que «juzga con
imparcialidad las obras de cada uno» (1 P 1: 17), «porque con Dios no hay
favoritismos» (Ro 2: 11; compare Col 3: 25). Por esta razón, el último día «que
todo el mundo se calle la boca y quede convicto delante de Dios» (Ro 3: 19),
sin que nadie sea capaz de quejarse que Dios lo ha tratado injustamente.
De
hecho, una de las grandes bendiciones del juicio final será que los santos y
los ángeles verán demostrada en millones de vidas la absolutamente pura
justicia de Dios, y esto será motivo de alabanza hacia él por toda la
eternidad. En el momento del juicio a la impía Babilonia, habrá gran alabanza
en el cielo, pues Juan dice: «Después de esto oí en el cielo un tremendo
bullicio, como el de una inmensa multitud que exclamaba: «¡Aleluya! La
salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios, pues sus juicios son
verdaderos y justos» (Ap 19: 1-2).