La doctrina del juicio final tiene varias influencias morales positivas en nuestras vidas.
1. LA DOCTRINA DEL JUICIO FINAL SATISFACE NUESTRA ÍNTIMA NECESIDAD DE
JUSTICIA EN EL MUNDO.
El
hecho de que habrá un juicio final nos asegura que el universo de Dios es a la
postre justo, pues Dios está al mando, mantiene un registro preciso y provee un
juicio justo. Cuando Pablo le dice a los esclavos que se sometan a sus amos,
les asegura: «El que hace el mal pagará por su propia maldad, y en esto no hay
favoritismos» (Co 3: 25).
Cuando
la descripción del juicio final menciona el hecho de que «se abrieron unos
libros» (Ap 20:12); compare Mal 3: 16), esto nos recuerda (ya sean los libros
literales o simbólicos) que Dios ha mantenido un registro permanente y preciso
de todas nuestras obras, y que en última instancia se saldarán todas las
cuentas y todo se corregirá.
NOTA: Vea el capítulo 41. Para pruebas que apoyan
la idea que los creyentes van inmediatamente a la presencia de Dios cuando
mueren, y los incrédulos inmediatamente a un lugar de castigo separados de
Dios. (Vea también Lc 16: 24-26; Heb 9: 27.)
2. LA DOCTRINA DEL JUICIO FINAL NOS PERMITE PERDONAR SIN INHIBICIONES A
LOS DEMÁS.
Nos
damos cuenta de que no nos pertenece vengarnos de otros que nos han hecho daño,
o aun querer hacerlo, pues Dios ha reservado ese derecho para sí mismo. «No
tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en manos de Dios, porque
está escrito: "Mía es la venganza; yo pagaré"» (Ro 12: 19).
De
esta manera cuando quiera que se nos haya hecho daño, podemos dejar en manos de
Dios cualquier deseo de perjudicar o pagarle a la persona que nos haya dañado,
sabiendo que todo mal en el universo tendrá su paga-ya sea que se demuestre que
ha sido pagado por Cristo cuando murió en la cruz (si el que hizo mal se
convierte en cristiano), o será pagado en el juicio final (por aquellos que no
confían en Dios para salvarse).
Pero
en cualquier caso debemos poner la situación en manos de Dios, y entonces orar
que el pecador confíe en Cristo para su salvación y así recibir el perdón de
sus pecados. Este pensamiento debe impedimos albergar amarguras o
resentimientos en nuestros corazones por injusticias que hayamos sufrido y no
se hayan corregido.
Dios
es justo, y podemos dejar estas situaciones en sus manos, sabiendo que él
corregirá todos los males y dispensará recompensas y castigos absolutamente
justos. De esta manera seguimos el ejemplo de Cristo, quien «cuando proferían
insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba,
sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia» (1ª P 2: 22-23).
Él
también oró: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23:34;
compare Hch 7:60, donde Esteban siguió el ejemplo de Jesús al orar por aquellos
que le ocasionaban la muerte).
3. LA DOCTRINA DEL JUICIO FINAL PROVEE UN MOTIVO PARA UNA VIDA HONESTA.
Para
los creyentes, el juicio final es un incentivo para la fidelidad y las buenas
obras, no como medio de ganar el perdón de sus pecados, sino como un medio de
obtener una mayor recompensa eterna.' Este es un motivo bueno y saludable para
nosotros- Jesús nos dice: «Acumulen para sí tesoros en el cielo» (Mt 6:
20)-aunque se oponga a los populares puntos de vista de nuestra cultura
secular, una cultura que realmente no cree en lo absoluto en el cielo o en
recompensas eternas.
Para
los incrédulos, la doctrina del juicio final provee algún freno moral en sus
vidas. Si en una sociedad existe un amplio reconocimiento general de que todos
algún día rendirán cuentas al Creador del universo por sus vidas, algún «temor
de Dios» caracterizará la vida de muchas personas. Por contraste, los que no
tienen una conciencia profunda del juicio final se entregarán a males cada vez
mayores, demostrando que «No hay temor de Dios delante de sus ojos» (Ro 3: 18).
Aquellos
que niegan el juicio final, dice Pedro, serán «gente burlona que, siguiendo sus
malos deseos, se mofarán: «¿Qué hubo de esa promesa de su venida?»» (2ª P 3:
3-4). Pedro también declara que los pecadores a quienes «les parece extraño que
ustedes ya no corran con ellos en ese mismo desbordamiento de inmoralidad, y
por eso los insultan» aún así «tendrán que rendirle cuentas a aquel que está
preparado para juzgar a los vivos y a los muertos» (1ª P 4: 4-5). La conciencia
de un juicio final es consolación para los creyentes y una advertencia para los
incrédulos de que no se mantengan en el mal camino.
4. LA DOCTRINA DEL JUICIO FINAL OFRECE UN GRAN MOTIVO PARA LA
EVANGELIZACIÓN.
Las
decisiones que toman las personas en esta vida afectarán su destino para toda
la eternidad, y es correcto que nuestros corazones sientan y nuestras bocas se
hagan eco del sentimiento que encierra el llamamiento de Dios a través de
Ezequiel: «Conviértete, pueblo de Israel; conviértete de tu conducta perversa!»
(Ez 33: 11).
En
realidad, Pedro indica que la demora del regreso del Señor se debe al hecho de
que Dios «no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan» (2ª P
3:9).