INTRODUCCIÓN
Aunque
un popular himno habla del momento «cuando suene la trompeta del Señor y se
termine el tiempo», la Escritura no sostiene esa idea. Ciertamente, en la
ciudad celestial que recibe su luz de la gloria de Dios (Ap 21 :23) nunca habrá
oscuridad ni noche: «Pues allí no habrá noche» (Ap 21 :25). Pero esto no
significa que el cielo será un lugar donde se desconozca el tiempo, o donde no
se pueda hacer una cosa después de otra.
De
hecho, todas las descripciones del culto celestial en el libro de Apocalipsis
incluyen palabras que se pronuncian una tras otra en oraciones coherentes, y
acciones (tales como caer delante del trono de Dios y lanzar coronas ante su
trono) que implican una secuencia de eventos.
Cuando
leemos que «los reyes de la tierra llevarán a ella todas las riquezas y el
honor de las naciones» (Ap 21 :24-26), vemos otra actividad que implica una
secuencia de eventos, uno que ocurre tras el atto. Y ciertamente tiene claras
implicaciones el hecho que el árbol de la vida produzca doce cosechas al año,
«una por mes» (Ap 22: 2). (Sobre Ap 10: 6 vea el capítulo 11)
Como
somos criaturas finitas, también podemos esperar que siempre vivamos en una
sucesión de momentos. Justo como nunca alcanzamos la omnisciencia u
omnipresencia de Dios, nunca alcanzaremos la eternidad de Dios en el sentido de
ver todo el tiempo con la misma lucidez y no vivir en una sucesión de momentos
o estar limitados por el tiempo. Como criaturas finitas, más bien viviremos en
una sucesión de momentos que nunca tendrá fin.
NOTA: 1ª Corintios 13: 12 no dice que seríamos
omniscientes o conoceríamos todas las cosas (Pablo podría haber dicho que
conoceríamos todas las cosas, ta panta, si lo hubiera querido decir), pero,
correctamente traducido, simplemente dice que conoceríamos de una manera más
profunda o completa, «tal y como soy conocido», esto es, sin error alguno o
equivocaciones en nuestro Conocimiento.
LA DOCTRINA DE LA NUEVA CREACIÓN PROVEE UNA GRAN MOTIVACIÓN PARA
ACUMULAR TESOROS EN EL CIELO EN LUGAR DE EN LA TIERRA
Cuando
consideramos el hecho de que esta creación presente es temporal y que nuestra
vida en la nueva creación durará una eternidad, tenemos una fuerte motivación
para una vida piadosa y para vivir de tal manera que acumulemos tesoros en el
cielo. Al reflexionar sobre el hecho de que el cielo y la tierra serán
destruidos, Pedro dice lo siguiente:
Ya Que Todo Será Destruido De Esa Manera, ¿No Deberían Vivir Ustedes
Como Dios Manda, Siguiendo Una Conducta Intachable Y Esperando Ansiosamente La
Venida Del Día De Dios? Ese Día Los Cielos Serán Destruidos Por El Fuego, Y Los
Elementos Se Derretirán Con El Calor De Las Llamas. Pero, Según Su Promesa,
Esperamos Un Cielo Nuevo Y Una Tierra Nueva, En La Que Habite La Justicia. (2ª
P 3: 11-13)
Y
Jesús nos dice de manera bien explícita:
No Acumulen Para Sí Tesoros En La Tierra, Donde La Polilla Y El Óxido
Destruyen, Y Donde Los Ladrones Se Meten A Robar. Más Bien, Acumulen Para Sí
Tesoros En El Cielo, Donde Ni La Polilla Ni El Óxido Carcomen, Ni Los Ladrones
Se Meten A Robar. Porque Donde Esté Tu Tesoro, Allí Estará También Tu Corazón.
(Mt 6: 19-21)'
LA NUEVA CREACIÓN SERÁ UN
SITIO DE GRAN BELLEZA Y ABUNDANCIA Y GOZO EN LA PRESENCIA DE DIOS
En
medio de todas las preguntas que naturalmente tenemos en relación con los
nuevos cielos y la nueva tierra, no podemos perder de vista el hecho que la
Escritura consistentemente describe esta nueva creación como un sitio de gran
belleza y gozo.
En la
descripción del cielo de Apocalipsis 21 y 22, este tema se confirma una y otra
vez. Se trata de una «ciudad santa» (21: 2), un lugar preparado «como una novia
hermosamente vestida para su prometido» (21: 2). En ese lugar «no habrá muerte,
ni llanto, ni lamento ni dolor» (21: 4). Allí podemos «beber gratuitamente de
la fuente del agua de la vida» (21: 6). Es una ciudad que «resplandecía con la
gloria de Dios, y su brillo era como el de una piedra preciosa, semejante a una
piedra de jaspe transparente» (21: 11).
Es una
ciudad de dimensiones enormes, ya sea que las medidas se entiendan como literales
o simbólicas. «Tenía dos mil doscientos kilómetros» y su «anchura y su altura
eran iguales» (21: 16). Partes de la ciudad están construidas de inmensas
piedras preciosas de varios colores (21:18-21).
Estará
libre de todo mal, pues «nunca entrará en ella nada impuro, ni los idólatras ni
los farsantes, sino sólo aquellos que tienen su nombre escrito en el libro de
la vida» (21: 27). En esa ciudad también detentaremos posiciones para gobernar
sobre la entera creación de Dios, pues [los siervos de Dios] «reinarán por los
siglos de los siglos.
Paro
mucho más importante que la belleza fisica de la ciudad celestial, más
importante que el compañerismo que gozaremos eternamente junto a todo el pueblo
de Dios de todas las naciones y todos los períodos de la historia, más
importantes que estar libres del dolor y la pena y el sufrimiento fisico, y más
importante que gobernar el reino de Dios-mucho más importante que todas estas
cosas será el hecho de que estaremos en la presencia de Dios y gozaremos de un
compañerismo ilimitado con él.
«¡Aquí,
entre los seres humanos, está la morada de Dios. Él acampará en medio de ellos,
y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les
enjugará toda lágrima de los ojos» (21: 3-4).
En el
Antiguo Testamento, cuando la gloria de Dios llenaba el templo, los sacerdotes
no podían «estar allí para ministrar» (2ª Cr 5: 14). En el Nuevo Testamento,
cuando la gloria de Dios rodeó a los pastores en el campo fuera de Belén «la
gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor» (Lc 2: 9).
Pero
en la ciudad celestial seremos capaces de sobrellevar el poder y la santidad de
la presencia de la gloria de Dios. «La ciudad no necesita ni sol ni luna que la
alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera»
(21: 23). Esto será la realización del propósito de Dios «que nos llamó por su
propia gloria y potencia» (2ª P 1: 30: entonces habitaremos constantemente «con
gran alegría ante su gloriosa presencia» Judas 1: 2 4; Ro 3: 23; 8: 18; 9: 23;
1ª Co 15: 43; 2ª Co 3: 18; 4: 17; Col 3:4: 1ª Ts 2: 12; Heb 2: 10; 1ª P 5: 1,
4,10).
En esa
ciudad viviremos en la presencia de Dios, pues «el trono de Dios y del Cordero
estará en la ciudad. Sus siervos lo adorarán» (22:3). De vez en cuando
experimentamos aquí en la tierra el gozo de la genuina adoración de Dios, y
comprendemos que nuestro máximo gozo es darle gloria a él. Pero en esa ciudad
este gozo se multiplicará muchas veces y conoceremos la consumación de aquello
para lo que nos crearon.
Nuestro
mayor gozo será ver al propio Señor y estar con él para siempre. Cuando Juan
habla de las bendiciones de la ciudad celestial, la culminación de esas
bendiciones llega en la breve declaración: «Lo verán cara a cara» (22: 4).
Cuando miremos el rostro de nuestro Señor y él nos devuelva la mirada con
infinito amor, veremos en él la consumación de todo lo que sabemos bueno y
justo y deseable en el universo.
En el
rostro de Dios veremos la consumación de todos los anhelos que alguna vez hemos
sentido de conocer el amor, la paz, y el gozo perfectos, y de conocer la verdad
y la justicia, la santidad y sabiduría, la bondad y el poder, la gloria y la
belleza. Cuando contemplemos el rostro de nuestro Señor, conoceremos más
plenamente que nunca antes que «me llenarás de alegría en tu presencia)' de
dicha eterna a tu derecha» (Sal 16:11).
Entonces
se cumplirá el anhelo de nuestros corazones, con los cuales hemos clamado en el
pasado: «Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en
la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del
Señor Y recrearme en su templo» (Sal 27: 4).
Cuando
al final veamos al Señor cara a cara, nuestros corazones no querrán nada más.
«¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la
tierra.
Dios
fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna» (Sal 73: 25-26). Entonces, con
gozo nuestros corazones y voces se unirán con los redimidos de todas las edades
y con los poderosos ejércitos del cántico celestial entonando: «Santo, santo,
santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de
venir» (Ap 4: 8).
PREGUNTAS DE APLICACIÓN PERSONAL
1. En su vida cristiana hasta este punto, ¿ha pasado mucho tiempo pensando
sobre la vida en los nuevos cielos y la nueva tierra? ¿Piensa usted que hay un
fuerte anhelo de esto en su corazón? Si no ha sentido un fuerte anhelo, ¿por
qué piensa usted que ha sido así?
2. ¿De qué maneras este capítulo lo ha hecho apasionarse más sobre la
entrada en la ciudad celestial? ¿Qué posibles efectos sobre su vida cristiana
piensa usted que suscitaría un mayor anhelo de la vida por venir?
3. ¿Está usted convencido que la nueva creación es un lugar donde
existiremos con cuerpos físicos hechos perfectos? Si es así, ¿lo alienta o
desalienta esta idea? ¿Por qué? ¿Por qué piensa que es necesario insistir en
que el cielo es un sitio real aun hoy?
4. ¿Cuáles son algunas maneras a través de las que ha acumulado un tesoro
en el cielo en lugar de la tierra? ¿Hay otras maneras en que podría hacer eso
ahora en su propia vida? ¿Piensa que lo hará?
5. A veces las personas han pensado que se aburrirán en la vida por venir.
¿Siente usted lo mismo? ¿Cuál es una buena respuesta a la objeción que el
estado de eternidad será aburrido?
6. ¿Puede usted describir en modo alguno qué piensa que sentirá cuando
comparezca ante la presencia de Dios y lo vea cara a cara?
TÉRMINOS ESPECIALES
Cielo,
nuevos cielos y nueva tierra
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
Apocalipsis 21: 3-4: Oí Una Potente Voz Que Provenía Del Trono Y Decía:
«¡Aquí, Entre Los Seres Humanos, Está La Morada De Dios! Él Acampará En Medio
De Ellos, Y Ellos Serán Su Pueblo; Dios Mismo Estará Con Ellos Y Será Su Dios.
Él Les Enjugará Toda Lágrima De Los Ojos. Ya No Habrá Muerte, Ni Llanto, Ni
Lamento Ni Dolor, Porque Las Primeras Cosas Han Dejado De Existir».